Con
cierto optimismo se quiere observar una creciente importancia de las políticas
de sostenibilidad y de lucha contra el cambio climático en el debate político,
durante la reciente campaña electoral municipal. No obstante, una visión más
realista nos llevaría igualmente a reconocer, el todavía largo camino que queda
para hacer de estas políticas un pilar fundamental en la acción municipal
durante los próximos años.
Con
el nuevo escenario político surgido tras el 24 de mayo, la necesidad de pactos
entre diversas formaciones en la mayoría de las ciudades podría elevar la
importancia de las políticas de sostenibilidad y climáticas como ejes
vertebradores de consensos, programas y pactos conjuntos de gobierno. En este
sentido, se ofrecen a continuación una serie de aportaciones que pretenden
entroncar estas políticas con aspectos de acción política, legal, socioeconómica o participativa, como parte de ese consenso necesario entre formaciones
en el ámbito municipal.
En
primer lugar, cualquier consenso debe partir de la necesidad de entender el carácter transversal de las políticas
vinculadas al desarrollo sostenible y a la lucha contra el cambio climático,
fomentando su integración en todas y cada de las áreas de gobierno así como la
colaboración con los diferentes niveles de la administración. Por tanto, la
acción climática en los ayuntamientos debe tener un carácter poroso que no solo impregne las áreas más vinculadas, de movilidad,
energía, urbanismo, espacios verdes o residuos, etc., sino que debe alcanzar e
influir otros ámbitos como los económicos y financieros, culturales o servicios
sociales entre otros.
Durante
los últimos años, hemos observado como desde una adaptación determinada de la
legalidad vigente, se ha procedido a la privatización
progresiva de servicios públicos, ya fuera en ámbitos como la sanidad o la
educación, pero también en lo concerniente a la gestión del agua. Desde los
nuevos gobiernos se debe observar escrupulosamente como han sido estos
procesos, paralizando privatizaciones y blindando el agua como un bien público cuya gestión debe estar en mano de la
ciudadanía haciendo de que su gestión sea netamente pública, transparente y
participativa.
Del
mismo modo, esta legalidad adaptada a
unos intereses económicos determinados ha supuesto la creación de impuestos
desde la Administración que han limitado y son un lastre para el fomento del autoconsumo energético a través de las
energías renovables. Son los Ayuntamientos quienes conjuntamente, deben actuar
decididamente para superar estas limitaciones, totalmente injustas tanto para
la ciudadanía como para el medioambiente, enfrentando estas leyes e impuestos y
elevando estas reclamaciones a los órganos correspondientes ya fuera en el
ámbito nacional o europeo, a la par que preparan las estructuras urbanas, ya
fueran normativas o físicas, para el fomento del autoconsumo energético a
través de renovables en edificios públicos y privados.
Es
en este contexto desde donde podemos hablar igualmente de sostenibilidad y justicia social y la importancia de vincular la
protección del medioambiente y el fomento de medios de vida sostenibles con la
protección de las personas y la lucha contra la pobreza y la desigualdad. Luchar
contra la pobreza energética, las renovaciones energéticas de edificios, la
generalización de las experiencias de agricultura urbana y periurbana, o en
general, la difusión de modelos de
economía y empleos verdes, nos señalan un camino hacia el que nuestras
ciudades se deben dirigir si el objetivo es conseguir una transición social,
energética y de medios de producción más sostenibles y una sociedad más justa,
equitativa y respetuosa con el medio que la acoge.
Y
por último, entendiendo que estos procesos implican en primer lugar el
desarrollar un fuerte componente de
concienciación, participación y formación. A pesar de la supuesta voluntad
por el cambio, nuestros cargos electos, técnicos municipales o la propia
ciudadanía en general, carecemos en gran medida de los conocimientos, el nivel
de concienciación o los mecanismos participativos necesarios para llevar a cabo
los cambios que se requieren si queremos que nuestras ciudades puedan ser
reconocidas como ejes en los procesos de transformación urbana mencionados en
estas líneas.
Se
proponen estos enfoques, político, legal, socioeconómico y, formativo-participativo
como puntas de lanza desde donde podemos mejor enmarcar una futura acción
climática en los próximos cuatro años para nuestras ciudades, y alcanzar puntos
de acuerdo y consenso entre las diferentes formaciones políticas.
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