PUBLICADO EN EL PERIODICO DE CASTILLA LA MANCHA EL 18 DE AGOSTO DE 2015
Puede ser cierto que las altas temperaturas, en especial durante este verano, deberían llevar asociado un tipo de lecturas más ligeras que las reflexiones del Obispo de Roma sobre el creciente desafío medioambiental y climático. Sin embargo, son esas altas temperaturas las que hacen de la lectura de la encíclica papal sobre clima y medioambiente, una lectura interesante para observar como desde las altas instancias de la fe católica se va tomando cada vez mayor conciencia del problema que enfrenta la humanidad con respecto al clima.
Puede ser cierto que las altas temperaturas, en especial durante este verano, deberían llevar asociado un tipo de lecturas más ligeras que las reflexiones del Obispo de Roma sobre el creciente desafío medioambiental y climático. Sin embargo, son esas altas temperaturas las que hacen de la lectura de la encíclica papal sobre clima y medioambiente, una lectura interesante para observar como desde las altas instancias de la fe católica se va tomando cada vez mayor conciencia del problema que enfrenta la humanidad con respecto al clima.
No es cuestión de hacer un resumen del texto,
pero si vale la pena reflexionar sobre algunos puntos de interés a
partir de su lectura. En este sentido es importante reseñar que la
lectura de la segunda encíclica papal es bastante clara en su redacción y
se hace amena, abarcando diferentes temas y problemáticas, y pudiendo
leerse ya fuera desde una perspectiva científica, religiosa o
simplemente humana.
En primer lugar llama la atención la mención en el título que se hace al "cuidado de la Casa Común" haciendo mención a San Francisco de Asís
en su cantico de amor hacia la "hermana nuestra madre tierra, la cual
nos sustenta, gobierna y produce", y que al que esto escribe le recuerda
a la hipótesis de James Lovelock sobre "Gaia". El
veterano científico inglés explica Gaia a partir de la capacidad de la
biosfera terrestre para autoregular las condiciones del planeta, creando
las condiciones necesarias para la vida, lo que enaltecería esa
característica "hospitalaria" de nuestro planeta a la que en cierto modo
se referiría el fundador de la Orden Franciscana.
Una vez enmarcado el sujeto a analizar, Francisco pasa a hacer un
diagnostico del problema, explicando "lo que le está pasando a nuestra
Casa", con el problema de la contaminación y el Cambio Climático,
entendiendo el clima como un bien común, la importancia del agua en este
contexto, la perdida de la biodiversidad y entrando, sin duda, en uno
de los temas de los que hace bandera el Papa: la lucha contra la pobreza
y la desigualdad, advirtiendo que los impactos del Cambio Climático
afectaran con mayor fuerza, inicialmente, a aquellos que viven con mas
privaciones, expresando esta situación en términos de "Inequidad planetaria".
Como respuesta inicial Francisco aboga por una "Ecología integral",
que incorpore claramente las dimensiones humanas y sociales y el rol
central de la noción del bien común como articulador de una ética social
y solidaria, que permita mejor enfrentar desafíos como los vinculados
con el Cambio Climático.
El paso adelante que da el Papa al denunciar y hacer una llamada a la
acción global y fraternal, no es nueva, y tiene su traslación en el
clamor global que desde diversos ámbitos, mayoritariamente de la
sociedad civil, ha identificado y denunciado las negociaciones y la
gobernanza sobre el clima, como un espacio todavía ajeno a la defensa de
los derechos humanos, donde se minimiza la importancia de desarrollar
acciones globales que protejan a aquellas comunidades más vulnerables
que se encuentran en la primera línea de los impactos del Cambio
Climático.
El Papa Francisco critica desde esta perspectiva el modelo económico-financiero dominante expresado, por ejemplo, en los mecanismos de venta de bonos de carbono vinculados al Protocolo de Kioto, y sobre los que basculan en gran medida las respuestas globales ante el Cambio Climático.
La crítica del Papa se encuentra reconocida igualmente desde otros
enfoques, en primer lugar porque esos mecanismos económico-financieros
basados en el comercio y la especulación no parecen dar una respuesta
eficiente y ofrecer un compromiso sincero con un problema que sobrepasa
los planteamientos del capitalismo y el paradigma neoliberal.
En segundo lugar, estos planteamientos no parecen ofrecer una
respuesta adecuada al problema del aumento de la pobreza vinculado a la
degradación medioambiental, es más, pareciera que estas respuestas no
son sino otro agravante para el aumento de las desigualdades y el
apuntalamiento de unas élites, tanto a nivel mundial como local, cada
vez más privilegiadas y desconectadas de los problemas globales.
Las respuestas pasan por el establecimiento de verdaderas actuaciones
y políticas solidarias entre países y regiones, tal y como hace mención
el Cardenal Bergoglio con respecto a las energías renovables, con una
especial mención a la energía solar como medio para
facilitar el progreso de los países a través de mecanismos solidarios de
transferencia de tecnología y otros recursos de conocimiento y
financieros.
De fondo, lo que traslada el Papa en su mensaje, pensando
principalmente en su disperso rebaño, es el problema que reflejado en
los procesos y las respuestas vinculados a la degradación medioambiental
nos da cuenta de la propia degradación ética y moral de la iglesia católica y sus fieles, reconociéndose, en sus élites sociales, políticas o económicas, una deriva que llega a abrazar la ortodoxia del paradigma conservador-neoliberal imperante y que poco tiene que ver con la caridad, valores y enseñanzas de Jesús.
La crítica y el perfil autocritico que intenta asumir el Papa no
parece ser la tónica dentro del catolicismo. La encíclica papal ya fue
criticada desde sectores cercanos a la iglesia católica incluso antes de
ser publicada, y las críticas ha continuado, en especial desde los sectores católicos de los Estados Unidos.
Evidentemente el señalar el calentamiento global como un problema
directamente vinculado con el orden político y económico ha levantado
ampollas y las "recomendaciones" de figuras como las de Jeb Bush,
precandidato Republicano a la Presidencia de los EE.UU y católico
practicante, se dirigen a instar al Papa a dedicarse a los asuntos de la
fe y dejar en manos de los políticos lo relativo a la economía y la
política.
Trasladar este debate a España puede ser aun más desmoralizador, con
unas élites católicas políticas, económicas y sociales que por un lado
asumen, o al menos defienden, los postulados más conservadores tanto de
las altas instancias eclesiásticas como de los grupos católicos mas
poderosos, pero también asumen los principios económicos más
neoliberales, surgiendo como resultado de esta ecuación unos valores y
unas formas de actuar, en lo espiritual o lo terrenal, que también
distan mucho del paradigma de amor y compasión cristiana.
Identificando esas élites con el actual gobierno de la nación, está probada la vinculación directa que tiene la Fundación FAES, "laboratorio de ideas" del Partido Popular,
con instituciones similares que desde los Estados Unidos se encuentran
entre las más activas en el ámbito del negacionismo climático. Se antoja
difícil ver un propósito de cambio sincero cuando desde esas altas
instancias políticas se pone en duda el Cambio Climático ("el primo de Rajoy"); se afirma que "el planeta ha de estar al servicio del hombre"
(ex alcaldesa de Madrid, Ana Botella), aplicándose al pie de la letra
la invitación a "dominar" la tierra que le hace Dios al hombre (Génesis 1, 28); donde se legisla con el objetivo de ejemplificar esa subyugación de la naturaleza al hombre como es el caso de la reciente Ley de Montes
que permitiría recalificar los suelos forestales tras sufrir incendios,
y que se traduce en un aumento de los incendios provocados; o como el Ministro Soria penaliza la producción de energía solar para autoconsumo en beneficio de los oligopolios energéticos.
"Mi reino no es de este mundo" (Juan 18,36). La
promesa de que ante la temporalidad de los reinos de este mundo, la
salvación ofrece un reinado eterno e infinito, se ofrece en este
contexto como una "barra libre" para pecadores que pueden actuar a
discreción siempre y cuando se arrepientan al final.
Entiéndase esta lectura de las escrituras de Juan o el Génesis,
radical si quieren, como un ejemplo de planteamientos que desde la
religión poco hacen por reconocer y actuar para intentar resolver o
minimizar el problema del Cambio Climático, y que confronta con la
necesidad de entender la responsabilidad, de creyentes y no creyentes,
ante los nuestros y sobre todo para con las futuras generaciones que
están por venir.
La Responsabilidad Intergeneracional debe ser por
tanto, el objetivo principal que guíe nuestras acciones, siendo el deber
de las actuales generaciones el actuar en beneficio de los que están
por nacer, porque solo tenemos una Tierra o un Reino, como gusten.
Por tanto, las reflexiones que ofrece el Papa van mucho más allá de
la mera reflexión ecológica, social, política o económica, sino que
ofrecen la necesidad de replantearse los atajos que toma la fe al
sostener que el Reino de Dios se halla lejos de la Tierra, sobre todo si
esto se hace a costa del bienestar de la Casa Común de la que hablaba
San Francisco de Asís.
A pesar de todo la Iglesia, y sus millones de fieles, pueden y deben
ser un elemento de vital importancia a la hora de proponer respuestas
ante el problema del Cambio Climático, pero esto debe hacerse, de
inicio, a través de un intenso proceso de reflexión interna.
Colaborar en los necesarios procesos de transformación social y transición justa hacia nuevos modelos sociales, económicos o energéticos más sostenibles; responder ante el interés cortoplazista con
el que actúan muchos gobiernos sin considerar la Responsabilidad
Intergeneracional mencionada; promover un necesario dialogo entre razón y fe / ciencia y religión
en la búsqueda de soluciones conjuntas más allá de discursos
apocalípticos; o incluso reestructurar la forma en que la Iglesia se
organiza y actúa a nivel global incrementando su papel como actor
fundamental en la lucha contra el Cambio Climático, así como frente a
las desigualdades y la pobreza que vienen de la mano de sus impactos, es
sin duda uno de los desafíos más importantes que tiene frente a sí el
Papa Francisco, sus sucesores y sus fieles.